Dedicándose a la prostitución, Bastian esperaba tener encuentros con hombres de negocios, mafiosos e incluso políticos, pero no con representantes de la iglesia como Scott, que tendría mucho que perder si se supiese de este encuentro.
Al parecer al Padre Scott no parecía preocuparle tanto, porque contactó con Bastian por segunda vez y esta vez quiso que le esperase frente al altar. Mientras lo hacía y aún no siendo demasiado religioso, Bastian recordó los rituales, las confesiones, al cura de su parroquia dando misa e incluso el aroma del incienso, pero ahora todo se mezclaba con el deseo y la lujuria.
Bastian encendió una vela, perdido en sus pensamientos mientras escuchaba los pasos del Padre Scott acercándose por detrás y cuando se giró para mirarle, allí estaba con toda su vestimenta ceremonial. Esa visión le puso muy cachondo, podía sentir su polla poniéndose dura e incluso su ojete se contrajo ansioso por follar con el sacerdote.
El también parecía disfrutar al ver nuevamente a Bastian y le faltó tiempo para abrazarle y besarle apasionadamente, allí mismo, en el altar, donde todos, incluso Dios, podía ser testigo del pecado. El Padre Scott parecía un león hambriento, aún más que en el encuentro anterior, pecaminoso y sin ninguna consideración por sus supuestas creencias. Iba a pecar y no sentía el menor arrepentimiento. Siguió besando a Bastian y empezó a quitarle toda la ropa, desabrochándole la camisa mientras este le ayudaba con la suya. ¡Era tan atractivo, con su pelo negro bien peinado y su cuidada barba!, ¡Y todo tan extraño!
No había nada que pareciese ni remotamente piadoso en este absurdamente irresistible chulazo y cuando su musculoso pecho peludo se restregó contra el de Bastian, ya podía sentir su presencia dominante.
Bastian cayó a los pies del religioso y rodeó con sus labios, su lengua y toda su boca la dura polla que se marcaba dentro de sus calzoncillos hasta que se la sacó para devorarla vorazmente y engullirla hasta el fondo de su garganta. Esa polla palpitaba dentro de su boca y en su garganta, claramente con más excitación que la primera vez.
El Padre Scott empujó a Bastian sobre uno de los bancos, que podía sentir su cálido aliento sobre su ojete y poco después su barba rasposa sobre sus nalgas abiertas, su lengua girando alrededor de su ojete, lamiéndolo y lubricándolo con saliva. Al cabo de unos instantes los dos ansiaban la penetración y la palpitante verga de Scott se abrió paso en ese culo.
Sus embestidas eran tan vigorosas como tiernas, y tan calculadas como firmes, entre lo salvaje y lo pasional. Bastian estaba allí para adorarle, pero en realidad, parecía que era el sacerdote quien le adoraba a él -o al menos su ojete.
La propia polla erecta de Bastian era sacudida arriba y abajo mientras cabalgaba sobre la de Scott, que le desmontó para volver a follarle por detrás.
Bastian disfrutaba en cualquiera de las posturas y su cuerpo era de Scott, su ojete era suyo y el pasivo se sometió con entusiasmo, mientras que su polla parecía hacer lo mismo para él. Scott gruñía y rugía sintiendo cada vez más cerca el climax y muy pronto estaba corriéndose dentro del culo de Bastian.
Cuando todo acabó, Bastian solo podía pensar: ¿Volveré a verle? ¿Qué más desea de mi? ¿Mi cuerpo? Le daban igual las respuestas, estaba preparado.
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