Nada más verle seguro que os ha sonado este chulazo barbudo y musculoso, aunque entonces se llamase Bradley y su apellido artístico hiciese honor a esa virilidad que le caracteriza. Ahora se hace llamar Chuck y en esta escena comparte piso con Joey, que sueña con catar el semen del alto y musculoso semental.

Cuando Chuck llega a casa empalmado, marcando un enorme bulto dentro de sus ajustados tejanos, Joey es incapaz de disimular.


Incapaz de quitarle los ojos de encima, cae de rodillas a sus pies para que le deje mamársela. Un incomodo Chuck se niega en redondo, ha decidido hacer caso de ese dicho popular que dice “donde tienes la olla no metas la polla” y se mete en su cuarto.

A Joey no le queda otro remedio que tomar cartas en el asunto por su cuenta y tras ser testigo silencioso de que Chuck se corría en un masturbador, se pone un pasamontañas y se cuela en su habitación aprovechando que se ha dormido para birlarle el juguete y probar el esperma que ha dejado dentro...


Pero Chuck se despierta, pillando in fraganti al insaciable pasivo y le da una lección. Agarrándole por el cuello y tirándole sobre la cama para follarle la boca sin contemplaciones con su grueso y duro rabo.

Aún así, el castigo de Chuck no se queda ahí y le arranca toda la ropa a Joey para empotrarle salvajemente en la postura del misionero y a cuatro patas, destrozando su estrecho ojete.

Chuck no se reprime cuando ve que le está dando a Joey lo que quería y le deja montarse sobre su pollón para cabalgar, disfrutando con cada centímetro de esa gruesa polla.


Follado cabeza abajo como un martillo pilón, Joey se corre sobre su propia cara y está encantado de recibir una segunda corrida caliente en ella, la de Chuck, saliéndose finalmente con la suya y saboreando el semen de su musculoso compañero de piso.

”La próxima vez que quieras mi leche, la pides” le dice Chuck, pero Joey ya no se conformará con eso, ahora le esperará a cuatro patas sobre su cama y querrá que se lo folle cada día.
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