Lawson no se puede creer la edad que tiene, parece que era ayer cuando era un veinteañero y quería comerse el mundo, pero toda cambia cuando conoce a Johnny, su rubio y joven vecino.
Johnny tiene una entrevista, pero el coche de sus padres le deja tirado en el peor momento y no sabe nada de mecánica. Menos mal que Lawson aparece por allí para echarle una mano con la avería e incluso le presta su coche para que pueda llegar a tiempo a la entrevista.
Cuando vuelve, y aunque no ha conseguido el puesto, le agradece su ayuda a Lawson y le cuenta que su padre nunca ha jugado a futbol con él, es algo que siempre ha echado en falta y su musculoso y maduro vecino se ofrece a hacerlo con él. Tras un rato jugando con el balón y sudados, Lawson y Johnny se conocen un poco mejor, los dos son gays y a Lawson le hubiese gustado que en su época se pudiese vivir abiertamente sin tener que ocultarlo. Lawson no creía tener ni la más mínima oportunidad con alguien tan joven y atractivo, pero se equivoca porque para Johnny la edad no es más que un número y le demuestra a su maduro y musculoso que debería pensar como él.
Después de compartir una ducha juntos en casa de Lawson, los dos se entregan a una dulce y sensual sesión de sexo, besándose y devorando sus cuerpos como apasionados amantes.
Los dos se maman la polla y se comen el culo mutuamente, hasta que Lawson se folla al joven a cuatro patas con todas sus fuerzas y se tumba para que cabalgue montado sobre su gruesa verga.
Desmontado y tumbado de espaldas sobre la cama de Lawson, Johnny gime de placer con las últimas embestidas, corriéndose segundos antes de que el musculoso y peludo empotrador saque la polla de ese culo para añadir su semen caliente al que chorrea por los abdominales del joven.
Comiéndoselo a besos y abrazados, Lawson le pregunta que dirían sus amigos si le viesen en ese momento… “¡Pues que tengo muy buen gusto!” le responde Johnny de la forma más natural besándole con la certeza de que ha encontrado el amor verdadero.
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