Siendo su primera visita a una cabaña de azúcar, Enzo ha quedado gratamente impresionado con la hospitalidad de los canadienses, pero aún más impresionado con la palpitante erección que marca en sus pantalones el musculoso y tatuado Bruce.
Demasiado cachondo para sentarse en la mesa a comer, Enzo prefiere darse un festín con el pollón de Bruce allí mismo.
Deseando sentir dentro ese grueso rabo canadiense, Enzo se da la vuelta y se baja los pantalones para que le empotre a pelo por detrás.
Con el sexo intenso y el fuego que arde en la chimenea la temperatura sube en el comedor de la acogedora cabaña y Enzo cabalga montado sobre la verga del tatuado semental, masturbándose sin parar en su regazo hasta correrse, salpicando su torso con su propio semen.
Pero Bruce todavía la tiene dura y quiere más, así que continúa follándose el culo de Enzo encima del mantel y unos cuantos envites a ese ojete hacen que tenga que sacar su pollón para cubrir a su amante con chorros de esperma, que finalmente recoge con la mano para metérselo en la boca a Enzo.
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